La Unión Europea (UE) está acelerando sus esfuerzos para lograr la entrada en vigencia del acuerdo de libre comercio con el Mercosur, en respuesta al giro proteccionista de Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump. Con la imposición de un arancel base del 20% a las exportaciones europeas, la UE busca reforzar vínculos con otros bloques, como el Mercosur, para contrarrestar los efectos negativos de estas nuevas políticas.
El acuerdo, cuyas negociaciones se cerraron en diciembre durante una cumbre en Montevideo, todavía debe atravesar un complejo proceso de ratificación. Del lado del Mercosur, basta con la aprobación parlamentaria en cada país miembro. Sin embargo, en la UE, el trámite es más largo: primero debe ser aprobado por el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo, y luego ratificado por los 27 parlamentos nacionales.
Para sortear estos obstáculos, Bruselas analiza dividir el tratado en tres partes: una política, una de cooperación y otra comercial. Esta última, al ser competencia exclusiva de la Comisión Europea, podría entrar en vigencia de forma provisoria sin necesidad de aprobación unánime de los parlamentos nacionales. La Comisión, presidida por Úrsula von der Leyen, debe ahora presentar un informe y una propuesta formal que se debata tanto en el Consejo como en el Parlamento Europeo.
El objetivo de esta estrategia es poner en marcha cuanto antes el componente comercial del tratado, que es considerado el más importante, mientras se sigue negociando el resto. Este mecanismo ya había sido considerado anteriormente, pero Bruselas lo había evitado por razones políticas, especialmente para no generar fricciones con líderes como Emmanuel Macron, quien había expresado reparos.
Si se logra aprobar esta parte comercial por mayoría calificada en el Consejo Europeo, podría implementarse antes de fin de año, quizás en la próxima cumbre del Mercosur en Brasil. Si no, se prevé que la entrada en vigor provisoria podría demorarse hasta mediados de 2026.
Por su parte, el Mercosur —pese a los desafíos políticos internos, especialmente en Argentina y Brasil— muestra voluntad de avanzar. La próxima cumbre en Buenos Aires será un momento decisivo para definir los próximos pasos.


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