En lo que va de julio, el tipo de cambio oficial acumula una suba del 7%, alcanzando un pico de $1310 durante la rueda del martes, aunque cerró en $1300. Se trata del mayor aumento mensual desde la salida del cepo cambiario en abril. A diferencia de lo que históricamente ocurría en la economía argentina, esta devaluación no tuvo un impacto inmediato en los precios al consumidor.
Las principales consultoras económicas estiman que la inflación de julio rondará el 2%, apenas por encima del 1,6% de junio. De confirmarse, se trataría de un cambio significativo en la dinámica económica argentina, históricamente marcada por una fuerte correlación entre devaluación y aceleración inflacionaria.
Según el economista Juan Cruz Lekovic, desde el mínimo posterior a la salida del cepo, el Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM) subió más de 15%, reflejando una depreciación real del peso frente a las monedas de los principales socios comerciales. Mientras el peso se depreció frente al dólar, otras monedas, como el real brasileño, se apreciaron (en este caso, un 4%), lo que amplificó el ajuste del tipo de cambio multilateral.
El dólar mayorista cerró el martes en $1290, el MEP en $1294 y el Contado con Liquidación (CCL) en $1290, todos con incrementos cercanos al 7%. Se trata de subas mensuales considerablemente mayores a las de mayo y junio, meses en los que el tipo de cambio apenas subió un 1,5% y la inflación fue similar.
El contraste con otras economías es llamativo. Por ejemplo, en Brasil el tipo de cambio se depreció un 24% en 2024, pero la inflación anual fue del 5%. “Ese es un esquema de libre flotación que funciona, donde el tipo de cambio ajusta los desequilibrios sin trasladarse directamente a precios. Hacia allá es a donde tenemos que ir”, indicó una fuente del mercado financiero.
Las estimaciones privadas ubican la inflación de julio entre 1,8% y 2,1%, según consultoras como Eco Go, Analytica, Equilibra y Econviews. El dato oficial del INDEC se conocerá el 13 de agosto.
El bajo traslado a precios de la reciente suba del dólar se explica, según Federico Filippini (Adcap Grupo Financiero), por cuatro factores clave:
- Expectativas ancladas por el superávit fiscal;
- Desindexación debilitada, producto de la negativa del Gobierno a permitir aumentos reales en los salarios;
- Debilidad económica, que limita la capacidad de las empresas para trasladar costos al consumidor;
- Liberalización comercial, que incrementa la oferta de bienes y presiona a la baja los precios.
En este contexto, las preocupaciones del mercado no están puestas en la dinámica cambiaria sino en la volatilidad de las tasas de interés. Según Andrés Reschini (F2 Soluciones Financieras), esta inestabilidad impacta negativamente en la actividad económica al dificultar la planificación financiera de bancos y empresas.
Aunque en el corto plazo una menor actividad puede reducir las importaciones y, por ende, la presión sobre el dólar, la falta de inversión y crédito debido a las tasas reales del 15 al 20% representa un freno al crecimiento.
El producto interno bruto (PIB) cayó un 0,1% en mayo y se mantuvo sin cambios en junio, según Equilibra. Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta un crecimiento del 5,5% para todo 2025, apalancado en el fuerte arrastre estadístico que dejó el 2024.
Por ahora, el mercado observa con atención el final de la liquidación récord del agro, que había sostenido la oferta de divisas. En las próximas semanas, con la llegada de las elecciones legislativas, los analistas anticipan una mayor presión cambiaria, agravada por el crecimiento del turismo emisivo, que aumentó un 29% en junio según el INDEC.
El ministro de Economía, Luis Caputo, había afirmado que el financiamiento de la cuenta corriente (deficitaria en US$5000 millones en el primer trimestre) vendría desde la cuenta capital. No obstante, los analistas no esperan ingresos significativos hasta que pasen las elecciones.


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