La derrota electoral del 26 de octubre desató una fuerte interna en el peronismo bonaerense entre el sector del gobernador Axel Kicillof y La Cámpora, liderada por Máximo Kirchner, a pocas semanas de la renovación de autoridades del PJ provincial prevista para diciembre.

El conflicto, que ya venía gestándose, se profundizó tras la carta pública de Cristina Kirchner al Partido Justicialista, en la que responsabilizó al mandatario bonaerense por haber desdoblado las elecciones. En paralelo, Kicillof reunió a los intendentes del Movimiento Derecho al Futuro, su base política, quienes le reclamaron desplazar a los funcionarios camporistas y avanzar en una gestión más independiente del kirchnerismo.

En respuesta, Máximo Kirchner encabezó un acto en el Ateneo de La Cámpora en Quilmes, donde defendió a la expresidenta y criticó a quienes “intentaron responsabilizar a Cristina por la derrota electoral”. Acompañado por Guillermo Moreno, el líder camporista reafirmó su poder interno y dejó entrever su intención de reelegir al frente del PJ bonaerense, en medio de un realineamiento de alianzas dentro del kirchnerismo.

Desde el entorno de Kicillof consideraron injustas las críticas y respondieron que la carta de Cristina “repite argumentos amañados” sobre el desdoblamiento electoral. Intendentes aliados, como Mario Secco (Ensenada), acusaron a La Cámpora de “usar al gobernador como chivo expiatorio”.

Por su parte, la senadora Teresa García llamó a “reconstruir un peronismo con proyecto nacional”, mientras en el espacio de Sergio Massa observan con atención el conflicto, conscientes de que su desenlace impactará en la estrategia y las alianzas de cara a 2027.

Con las heridas de la derrota aún abiertas, el PJ bonaerense enfrenta una encrucijada política: redefinir su liderazgo o exponerse a una ruptura que podría fragmentar definitivamente al peronismo en la provincia más importante del país.